No sé qué tanto a ustedes, pero a mí me tocó todavía ver algunos episodios retransmitidos de la serie de televisión «KITT, el auto increíble«. Aún me quedan registros desde aquella juventud muy temprana con las imágenes del emblemático auto negro, que más que un vehículo era un super héroe en cuatro ruedas. Pero más allá de su apariencia imponente, KITT me tenía fascinado por una cualidad en particular: su autonomía.
El nombre de KITT proviene de la abreviación Knight Industries Two Thousand, era un vehículo equipado con la “más avanzada tecnología de la época”. Estaba instrumentado con inteligencia artificial que le permitía comunicarse vía voz con su conductor, Michael Knight, para asistirlo en sus tareas heroicas. KITT se podía conducir por sí mismo, esquivaba obstáculos y realizaba maniobras impresionantes a altas velocidades, aparecía de la nada para rescatar a su conductor y podía atacar delincuentes echándoseles encima en las escenas de mayor clímax. Pero con la modestia de todo superhéroe, KITT cedía sus controles a Michael cuando éste quería ser quien llevara los controles al volante. Por aquellos años, la idea de autos autónomos solo existía en la ficción, eran “autos increíbles”.
Ahora, en la década de 2020, esta tecnología parece estar más cerca de la realidad de lo que podríamos imaginar. Grandes marcas automotrices han estado desarrollando vehículos autónomos durante los últimos años. Pero aún estamos lejos de tener nuestro propio KITT, y falta mucho para que los vehículos autónomos alcancen la escala de mercado masivo.
La firma IHS Markit estima que la venta de vehículos autónomos alcance los 33 millones en 2040 en todo el mundo, pero aún será baja comparada con el tamaño del mercado total. Por ahora las marcas líderes en ventas de autos autónomos son Tesla, con aproximadamente 3 millones de unidades vendidas, seguida por Google (Waymo) y General Motors (Cruise) con 1.5 millones cada una.
KITT tiene nuevos desafíos
Uno de los mayores desafíos para la proliferación de los vehículos autónomos es la infraestructura necesaria para su correcto funcionamiento. Los autos autónomos dependen en gran medida de la conectividad y el intercambio de información en tiempo real. Esto implica la creación de una infraestructura basada en el Internet de las Cosas (IoT, por sus siglas en inglés), donde los vehículos, las infraestructuras viales y otros dispositivos estén interconectados.
El desarrollo de una infraestructura robusta y adecuada debería permitir la comunicación constante entre los vehículos autónomos, así como con la infraestructura vial y los sistemas de control de tráfico. Pero se requerirían sensores, cámaras, redes de comunicación y una gestión eficiente del flujo de datos para garantizar la seguridad y eficiencia de los autos autónomos en las carreteras.
Pero este es otro de los retos detectados para el desarrollo del mercado de autónomos. La revista Wired recientemente publicó un artículo sobre el problema que podría significar para estos vehículos el almacenamiento de datos, pues con tantos sensores, unidades de procesamiento y sistemas de comunicación; los automóviles podrían generar una gran cantidad de basura informática, la cual representará un enorme costo en términos de almacenamiento de datos.
La autonomía “depende” de una red
Crear verdaderas redes públicas de información basadas en Internet para respaldar la autonomía de los vehículos no es una tarea sencilla. Existen dilemas éticos, técnicos, legales, de privacidad y, desde luego, de seguridad cibernética, que también se convierte en una preocupación importante, ya que la interconexión de sistemas puede dejar vulnerables a posibles ataques informáticos.
Así que por un lado, la tecnología, con los aspectos técnicos y de infraestructura y, por otro lado, la siempre indispensable condición humana, como los dilemas éticos que también plantean interrogantes sobre la autonomía de los autos como ¿qué decisiones debe tomar un vehículo autónomo en situaciones de riesgo?, ¿cómo se establecen las prioridades en caso de un accidente inminente? Estos dilemas éticos deben ser considerados y resueltos antes de que los autos autónomos puedan convertirse en una realidad cotidiana.
Ahora, a la distancia, me cuesta aceptarlo, pero aunque hemos avanzado significativamente en el desarrollo de autos autónomos, aún estamos lejos de tener un mercado amplio de vehículos con esta tecnología. A pesar de los avances en la autonomía y la conectividad, los desafíos técnicos, de infraestructura y éticos son obstáculos que deben superarse antes de que podamos experimentar plenamente el potencial de los autos autónomos en nuestras vidas diarias. Tal vez la fantasía de KITT esté más cerca de lo que solía estar cuando yo era niño, pero la realidad de los autos autónomos aún está lejos de ser tan fantástica como me hubiera gustado que fuera ahora que ya soy un adulto en edad de “no conducir”, y disfrutar de ese tiempo.