VigilanciaTecnológica

El buen ciudadano

Conforme la tecnología nos hace sentir más seguros y confiados; más tranquilos y protegidos; más cómodos y atraídos hacia la idea de una mejor calidad de vida; no puedo evitar pensar también en las amenazas que esto representa. Amenazas que pueden llegar al borde de una distopía.

Si lo vemos desde el punto de vista de las necesidades de la sociedad contemporánea, la vigilancia social nos permite vivir en entornos más seguros y confiables. El uso de sistemas de información conectados con cámaras de seguridad en espacios públicos, resultan en una promesa de reducción del crimen, así como la detección temprana de situaciones de contingencia que requieran asistencia especializada; desde un accidente vial hasta un desastre natural.

Si lo pensamos de esa manera, la vigilancia permanente con el uso de sistemas informáticos y algoritmos de visión inteligente nos brinda datos que nos permiten vivir de manera más cómoda, con sistemas de transporte más eficientes y capaces de ajustarse a la demanda con alta precisión, con semaforización inteligente, asistencia médica inmediata y adecuada basada en historiales clínicos personales, programas de recompensa basados en conceptos de “buen ciudadano” y mayor libertad de movimiento, así como actividad financiera amplia con modelos de identificación biométrica y sin documentación requerida.

Yo soy mi licencia 


No hablo de un futuro muy lejano. En verdad, no estamos tan lejos. Un buen ejemplo es el gobierno de la Ciudad de México que, a través de una app en donde están concentrando todas sus actividades de servicio al público, permite ahora realizar una serie de trámites virtuales desde la comodidad de un teléfono inteligente, tal es el caso de la licencia de conducir, que permitirá a los habitantes transitar las calles de la ciudad sin tener que cargar un plástico. 

Muy pronto, debido al avance vertiginoso de este tipo de tecnologías, la Ciudad de México podría migrar a una licencia biométrica, o una identificación que permita que sus habitantes contengan toda su información personal requerida para realizar trámites y obtener servicios.

En términos de seguridad, como ya lo mencioné anteriormente, podría reducir drásticamente el crimen a partir de una mejor vigilancia. Los datos generarían inteligencia para que, aquellos delitos que se presenten se puedan resolver con mayor facilidad y con pruebas mucho más contundentes. Esto representaría un claro avance en justicia ciudadana y se convertiría en una herramienta efectiva para el aparato judicial.

Pero como toda nota musical, esto tiene un bemol, y está precisamente en sus dilemas éticos, los cuales será habrá que resolver con toda prioridad con la creación e implementación de marcos legales claros y transparentes que aseguren el estado de derecho de los individuos. Esto implica necesariamente mecanismos de supervisión y regulación en los sistemas que eviten posibles abusos o violaciones. Así es, algo así como sistemas que vigilen sistemas.

Vigilar la vigilancia 


La ética en la vigilancia de la sociedad es un asunto de frágil equilibrio sobre una cuerda que divide los abismos de la seguridad pública y la privacidad del individuo. Mucha de la información que podemos encontrar actualmente con respecto a los esfuerzos que se están haciendo en este sentido coinciden en varios puntos de análisis. 

Uno de ellos es la legitimidad de las instituciones que la ejecuten. Los departamentos de justicia o los cuerpos policías y de vigilancia, deben ser transparentes y contar con el respaldo y aval de la población, de lo contrario, será muy difícil que las personas se sientan cómodas y seguras siendo observadas.

Otro aspecto importante es el concepto de proporcionalidad en la seguridad en cuanto al tipo de amenazas que se enfrentan. En una ciudad con índices delictivos bajos y en los que el nivel de madurez social garantice el respeto por la señal ética, por citar un ejemplo, parecería que un nivel de vigilancia alta sería percibido como sobre-regulatorio.

Otro punto de análisis es la transparencia. Los ciudadanos deben ser informados sobre el tipo de vigilancia que se implemente, así como la finalidad y los métodos de aplicación. Si los sistemas de vigilancia son opacos, las dudas sobre prácticas éticas serán recurrentes e incluso incentivarían de manera perversa actos de corrupción y abuso. 

También, siempre que sea posible, se debe buscar el consentimiento informado de las personas que son vigiladas, sobre todo si se trata de sistemas de vigilancia privados, como redes de cámaras de seguridad en áreas de oficina, plantas industriales o complejos habitacionales cerrados. 

Datos discrecionales 


Una ventaja para destacar que pueden brindar los sistemas digitales es que, cuando se usa con ética, recoge y utiliza solo la información requerida para los fines que persigue. Por ejemplo, una tarjeta de identificación puede tener todos los datos sensitivos de la persona, como fecha de nacimiento, nombre completo y hasta la dirección, por lo que una persona que pida la identificación solo para validar identidad podría tener acceso a información que no necesita.

Visto del lado del usuario, un delincuente podría falsificar una identificación cambiando, por ejemplo, la foto (hoy es algo complicado por las tecnologías de impresión vigentes, pero hace 20 años era más común de lo que imaginamos).

Ahora bien, un sistema digital podría solo validar la información que requiere, como por ejemplo, la edad, ni un dato más si no se necesita. De esta manera, podemos considerar que los datos estarán bien resguardados y la información no puede ser mal utilizada. 

Jaula digital 


Es muy, pero muy importante que la vigilancia tenga una finalidad específica y no debería ser empleada para fines distintos para los cuales fue diseñada y establecida. 

Para algunos expertos, esto es un grave riesgo si el sistema de pronto cambia de manos. Pensemos en un gobierno implemente un sistema de vigilancia y control ciudadano con el objetivo de mejorar la calidad de vida. El cual funcione bien y se perfeccione por muchos años. Pero, de pronto, en un cambio de estafeta, llega un sistema totalitario o dictatorial que tome ventaja de dichos sistemas con fines coercitivos o punitivos. Este es un riesgo real y peligroso que ni siquiera me siento cómodo escribiéndolo. 

Por eso es tan importante establecer mecanismos de transparencia, revisión y supervisión que aseguren que la vigilancia se realice de manera ética, con candados tecnológicos que así lo aseguren y con mecanismos sociales que garanticen que el sistema cumpla con las normativas establecidas desde un inicio.

Recientemente, en un artículo publicado por el New York Times, se muestra el nivel de vigilancia que actualmente existe en China, con cámaras de policía en prácticamente todo sitio, tanto en la calle, como en los sistemas de transporte, los hoteles y las zonas habitacionales. 

El artículo hace énfasis en la vigilancia policial para personas que estuvieron presas y que se encuentran ya en libertad, pero en una libertad delimitada por la constante vigilancia de dichos sistemas que rastrean sus teléfonos, monitorean sus compras y censuran sus mensajes.

El artículo no puede tener un mejor título: La jaula invisible. En éste se explica sobre grandes cantidades de datos analizados para determinar actividades diarias, encontrar patrones y predecir delitos o protestas. “Se centra en aquellos que el gobierno considera alborotadores en potencia, no solo en los que tienen un pasado delictivo, sino también grupos vulnerables como minorías étnicas, trabajadores inmigrantes y los que tienen un historial de enfermedades mentales.”

Esto ya comienza a no sonar tan bien y nos recuerda más a la novela de George Orwell, 1984, en la que la omnipresencia del Gran Hermano hace a un lado las libertades individuales y muestra a un Estado dictatorial y controlador, que ponen en entredicho el peso de la ética ante la naturaleza de la concentración de poder.

Es fundamental que la vigilancia esté enmarcada en un contexto democrático y respetuoso de los derechos humanos, evitando cualquier tendencia totalitaria o de control coercitivo que limite las libertades individuales. El desafío es encontrar el equilibrio entre la seguridad y la privacidad, asegurando que la vigilancia sea una herramienta útil para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos sin sacrificar sus derechos y libertades fundamentales.

Siempre existirá un debate en torno a los límites de la vigilancia y su impacto en la privacidad y los derechos individuales. La sociedad debe continuar discutiendo y regulando este tema para asegurar que la vigilancia sea éticamente aceptable y no se convierta en una herramienta de control excesivo o abuso de poder.

 

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