Mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, gestionar mejor los recursos y fomentar el desarrollo sostenible, son aspectos que podrían materializarse en una ciudad inteligente. Los impulsores detrás de este concepto ya están a nuestro alcance: tecnologías de la información y comunicación (TIC), redes 5G, el Internet de las Cosas (IoT), sensores, analítica y la nube, entre muchos otros.
El abanico de casos de uso potenciales se expande constantemente, y muchos de nosotros nos entusiasmamos con posibilidades que antes eran inimaginables. Desde el aprovisionamiento de mejores servicios públicos hasta una atención médica inmediata, educación práctica y una mejor seguridad pública.
Para entender mejor estos casos, planteemos el siguiente escenario: un accidente de tránsito donde una persona resulta lesionada. Por un lado, las cámaras de los centros de vigilancia, como los C4 en la Ciudad de México, podrían identificar en sus cámaras el percance y contactar a los servicios de emergencia para acudir al lugar.
En tanto, el teléfono inteligente del conductor puede percibir, gracias al giroscopio integrado, que el usuario ha realizado movimientos anómalos que pueden indicar un accidente y llamar al 911, así como enviar una alerta a la compañía de seguros para despachar a un ajustador al lugar del siniestro.
Si el conductor ha sufrido lesiones y es necesario trasladarlo a un hospital, desde el centro de monitoreo se coordinan los semáforos de la ruta que seguirá la ambulancia para darle prioridad y llegue en el menor tiempo posible. En el hospital, gracias a la información que los dispositivos personales del usuario hayan transmitido, el personal médico tendrá toda su información sanitaria para brindarle la mejor atención y evitar que su vida esté en peligro.
Beneficios y riesgos
En una situación de este tipo, se combinan diversos ingredientes que dan como resultado una ciudad inteligente orientada a recopilar y analizar datos en tiempo real para así tomar decisiones más informadas. Estas pueden aplicarse también en áreas como infraestructura, transporte, energía, seguridad, gestión de residuos, atención médica y mucho más. Veamos algunos ejemplos:
- Tecnologías interconectadas. Se utilizan sensores, redes de comunicación, sistemas de información geográfica y plataformas de análisis de datos para recopilar y procesar información en tiempo real.
- Eficiencia energética. Implementación de sistemas inteligentes para el control y la gestión eficiente de la energía, como iluminación pública con sensores de movimiento y ajuste automático de la temperatura en edificios.
- Transporte Inteligente. Sistemas de transporte público y privado conectados, así como la planificación eficiente de rutas y la gestión del tráfico.
- eGobierno. Las autoridades pueden ofrecer servicios en línea que faciliten la participación ciudadana y la reducción de la burocracia.
- Seguridad pública. El uso de sistemas de monitoreo para identificar actividades ilícitas y elevar la seguridad y protección de los ciudadanos.
Si bien los beneficios son numerosos y variados, también tienen su lado “B”, como se dice coloquialmente. Las ciudades inteligentes plantean importantes preocupaciones en relación con la seguridad de los datos de los ciudadanos.
Así como puede aprovecharse la información contenida en dispositivos, la recopilada por servicios de monitoreo y seguridad pública, y el sistema de salud, como en el caso hipotético expuesto, también corre el peligro de caer en las manos equivocadas y llegar a utilizarse para fines maliciosos.
Es importante tener presente que pueden recopilarse datos personales y del comportamiento de los ciudadanos de manera masiva. El riesgo radica en que se utilicen de manera indebida o se compartan sin el consentimiento de los propios ciudadanos, lo que representaría una afectación de su privacidad.
Por otro lado, la infraestructura conectada puede presentar puntos vulnerables que pueden ser aprovechados por los ciberdelincuentes. Si un eslabón de esta cadena se compromete, podría tener un impacto subsecuente en otros sistemas interconectados.
Si bien hay propuestas que sugieren utilizar estas innovaciones para hacer más seguras las calles de una ciudad y mantener protegidos a los ciudadanos, desde mi perspectiva, puede ser muy alto el precio que puede pagarse.
En el acalorado entorno político actual, uno de sus protagonistas, Marcelo Ebrard, propuso el Plan Ángel, el cual se utilizaría para pacificar al país mediante el uso de innovaciones como el reconocimiento facial, el reconocimiento morfológico de los infractores, drones para rastrear vehículos y bases conectadas a sistemas de inteligencia artificial (IA).
Esta iniciativa no tardó en recibir las críticas de organizaciones civiles y ciudadanos. Se argumentó que no se trataba de aplicar soluciones “mágicas” a la inseguridad y la delincuencia, y que podría haber fallas que pudieran afectar a la población, pues existiría la posibilidad de arrestar a personas inocentes y, además, poner en riesgo la identidad de las personas ante un posible robo de la misma.
Un esfuerzo coordinado
Una constante en la adopción de nuevas tecnología y conceptos como el de smart cities, es acompañarse de un plan de comunicación y capacitación de los ciudadanos sobre las implicaciones que tiene utilizar información de manera tan abierta. Con frecuencia, la digitalización va un paso delante de la educación sobre buenas prácticas de ciberseguridad, de ahí la importancia de diseñar estrategias de concientización alrededor del uso de estas innovaciones y asumir la responsabilidad de cuidar nuestros datos.
Cabe destacar que también es importante la colaboración entre entidades públicas y privadas. Los fabricantes y proveedores de tecnología también deberían participar activamente en el cuidado de la información, de la mano de las autoridades correspondientes que funjan también como un órgano que regule con mayor cercanía el uso y la protección de los datos personales y la privacidad.
Asimismo, la integración de la inteligencia artificial (IA) podrá contribuir de manera importante a detectar indicadores de comportamientos que permitan ser más proactivos ante los posibles riesgos. Para ello es importante alimentar esta herramienta con datos reales e inalterables para que sugiera las acciones correctas y no caer en abusos y errores.
En este punto será vital la participación de analistas expertos con el criterio suficiente y un profundo conocimiento en ciberseguridad para lograr que las herramientas de IA se alimenten con la información correcta e identificar con precisión comportamientos anómalos de manera anticipada.
Un habilitador
Para que iniciativas como las ciudades inteligentes tengan éxito, es vital incluir el componente de seguridad desde su concepción y diseño. Debe considerarse un habilitador y no como un componente más.
De igual forma, la participación del gobierno, ciudadanos y proveedores va a posibilitar la orquestación de la ciberseguridad y contribuir a que se concrete de la mejor forma. Asimismo, se debe estar consciente en todo momento de lo complejo que es interconectar sistemas y plataformas.
Las ciudades inteligentes traerán, sin duda, mejoras importantes a la calidad de vida de los habitantes de las zonas urbanas, por lo que es crucial adoptar un enfoque proactivo alrededor de las preocupaciones de seguridad y privacidad de los datos para así poner los beneficios sobre los riesgos.