Pensando en digitalización e inteligencia artificial (IA), me gusta pensar en lo que somos y seremos, antes y después. Todos los días hablamos de la evolución de la tecnología y lo que ha traído consigo en términos de productividad, eficiencia, entretenimiento y, desde luego, lo que puede significar en cuanto a un cambio cultural profundo y generalizado en la sociedad moderna.
Los cambios suelen ser sutiles pero rápidos y, lo más importante, es que son cruciales debido al nivel de impacto que tienen en la manera que vivimos, trabajamos, nos entretenemos y consumimos. Estos avances tecnológicos están dando forma a una nueva era cultural, desencadenando una serie de cambios y desafíos que requieren una comprensión más profunda.
Un ciclo virtuoso
Es indudable que la interacción entre la tecnología y la cultura es un fenómeno bidireccional. La tecnología no solo se adapta a la cultura existente, sino que también moldea y redefine la cultura en sí misma. Es una especie de ciclo virtuoso en el que la digitalización y la IA se redefinen a partir de la manera en que generan cambios en la sociedad.
Pensemos en lo que ha significado tener un dispositivo electrónico conectado al mundo de manera permanente. A finales de los 90, comenzaban a escucharse bromas con respecto a que los teléfonos celulares, ya digitales, servían para mandar textos (SMS), jugar (recuerdan la viborita de Nokia) y … “hasta hablar por teléfono”. Si eres muy joven, esta broma no te causa ningún sentido, pero los más veteranos, recordarán que el teléfono es “para hacer llamadas”. Hoy eso es lo menos importante.
Entonces, y siguiendo la idea, tener el teléfono colgado de internet, como usuarios nos cambia completamente las expectativas que tenemos de estas herramientas. Ya no solo nos sirve un GPS, sino que queremos que nos guíe (como perro lazarillo) por donde hay menos tráfico, por donde sea más rápido, que nos diga dónde hay una farmacia y nos lleve ahí. La guerra de los sistemas de navegación está en ese valor, quién es mejor guía. Así que no me meteré en la discusión sobre si ustedes prefieren Waze o Google Maps.
La digitalización y la IA por tanto, esculpen aceleradamente nuestros hábitos y conducta al crear un entorno en el que la información es omnipresente y la comunicación es instantánea. La forma en que nos relacionamos con la información y con los demás se sujeta a esta capacidad de permanecer conectados. Esto a su vez, nos hace más orientados y dependientes hacia lo digital. Esta nueva cultura digital se caracteriza por la rápida adopción de dispositivos tecnológicos, la constante interacción en línea y la creciente dependencia de plataformas digitales para actividades cotidianas.
¿Vivir de la creatividad?
De igual manera, en el ámbito laboral, la cultura está experimentando cambios. Los trabajos basados en tareas manuales y repetitivas están siendo automatizados, lo que tiende a liberar tiempo y recursos para actividades más creativas e intelectuales. Esto podría dar lugar a una generación de personas con habilidades más centradas en la resolución de problemas y la creatividad. Sin embargo, existe una paradoja: el uso excesivo de pantallas y la dependencia de la tecnología podrían estar contribuyendo a la pereza y al aislamiento social. Esto nos recuerda a la literatura de ciencia ficción que exploró estas cuestiones, como «Fahrenheit 451» de Ray Bradbury o «1984» de George Orwell; o qué tal la película “Wall-E”, de Andrew Stanton.
Tomemos como ejemplo las calculadoras y las aplicaciones de navegación. Si bien estas herramientas son eficientes y convenientes, también pueden disminuir nuestras habilidades, matemáticas en el primer caso, y nuestro sentido de la orientación, en el segundo.
Esta paradoja se refleja a la inversa en nuestra relación con los videojuegos. Aunque los videojuegos pueden ser adictivos y a menudo se consideran una forma de entretenimiento pasivo, también pueden cultivar habilidades valiosas, como la resolución de problemas, la toma de decisiones rápida y la colaboración en entornos virtuales.
Los videojuegos y la tecnología relacionada, como la realidad virtual, están demostrando ser valiosos en campos laborales emergentes. La programación, el diseño de juegos y el marketing están adoptando cada vez más elementos de los videojuegos y de la IA para crear experiencias más atractivas y centradas en el usuario. La IA también está desempeñando un papel fundamental en la creación de perfiles laborales nuevos y especializados, como analistas de datos, expertos en aprendizaje automático y consultores de inteligencia artificial.
¿Nacionalidad? … digital
En otros terrenos y aplicaciones, la IA se está ya utilizando para personalizar recomendaciones de productos y contenidos, lo que crea una experiencia más individualizada y satisfactoria para los consumidores. Y este sí que está resultando un cambio que dará mucho quehacer a futuros antropólogos. La cultura del consumo está evolucionando hacia una mayor demanda de productos y servicios que se adapten a las preferencias y necesidades específicas de cada individuo. La cada vez mejor entendida personalización masiva.
En un mundo cada vez más conectado, la cultura cosmopolita está en auge. Las barreras geográficas y lingüísticas (otro tema que explorara a profundidad en este espacio) se están desvaneciendo gracias a la tecnología, lo que permite a las personas interactuar y colaborar en una escala global. Plataformas en línea, redes sociales y herramientas de traducción automática están facilitando la comunicación entre personas de diferentes culturas y regiones del mundo.
El cambio es inevitable, pero al comprender cómo la tecnología moldea la cultura y viceversa, podemos adaptarnos de manera más efectiva a este nuevo paisaje cultural en constante evolución. Pero no nos preocupemos mucho en teoría y datos estadísticos, creo que lo mejor será, mantenernos a flote y dejarnos llevar.