En la fila para abordar un vuelo de Aeroméxico para volver al país, preparaba mi pasaporte y pase de abordar ya descargado en mi smartphone, justo cuando comenzaba a moverse la fila. Entonces me di cuenta de que ni mi pasaporte, ni mi pase de abordar serían ya necesarios.
Las personas delante de mí comenzaron a desfilar frente a una cámara (más parecida a una pequeña tableta digital con un marco de luz blanca) que capturaba sus rostros para obtener los rasgos faciales que validaran su identidad. La luz cambiaba de blanco a verde y el personal de la aerolínea no hacía más que desearles buen viaje. Mi turno llegó, mi cara somnolienta se mostró en la pantalla digital. Luz verde y pasé de manera expedita también.
Llegué a mi asiento, me abroché el cinturón y me quedé reflexionando sobre el futuro de la identidad digital, especialmente en contextos como los aeropuertos. ¿Se acerca el día en que los pasaportes y visas, como hoy las conocemos se vuelvan obsoletos, reemplazados por identificaciones digitales biométricas?
El uso de tecnologías biométricas en aeropuertos no es nuevo. Ya hemos visto la implementación de escáneres de huellas dactilares y reconocimiento facial en varios países. Sin embargo, la idea de un viaje completamente sin documentos, donde tu rostro o tu huella digital sean tu único pasaporte, parece cada vez más factible. Por ejemplo, programas como el Global Entry en Estados Unidos ya utilizan el reconocimiento biométrico para agilizar los procesos de aduana y migración.
Pero los métodos biométricos han evolucionado de manera notable en muchos otros aspectos. Hemos pasado de las huellas dactilares y el reconocimiento facial a tecnologías más avanzadas como el escaneo de iris y las venas de la palma de la mano. Un ejemplo destacado es el sistema de pago de Amazon, Amazon One, donde los clientes pueden pagar simplemente con la palma de su mano. Esta tecnología utiliza patrones de venas únicos para cada individuo, lo que garantiza un alto nivel de seguridad y comodidad.
La maduración de estas tecnologías biométricas y de identidad digital varía significativamente entre países. Mientras que en algunos lugares, como Japón o Singapur, la adopción de estas tecnologías es rápida y bien recibida, en otros puede haber reticencias debido a preocupaciones sobre la privacidad y la seguridad de los datos.
En algunos lugares de China parece que la población está cómoda siendo observada y calificada a partir de identificación digital. En Europa la preocupación por la privacidad está constantemente aletargando la implementación de sistemas de identificación digitales. ¿Será un tema cultural?
Es tarea de sociólogos, psicólogos o antropólogos entender cómo cada sociedad equilibra la comodidad y la eficiencia de estas tecnologías con los potenciales riesgos para la privacidad y la libertad individual.
En cuanto a los pros y contras de la identidad digital, hay varios aspectos a considerar. Por un lado, ofrece una comodidad y eficiencia increíbles. Pienso, por ejemplo, en pasar por la seguridad del aeropuerto (no solo el abordaje) o pagar mis compras con solo un gesto de la mano o una mirada. Pero debo cuestionarme que si hoy paso por temporadas de acribillamiento telefónico de call centers (a quienes nunca compartí mis datos) para ofrecerme servicios bancarios, no quiero imaginar que podrá pasar con la seguridad de mis datos personales y cómo se pueden utilizar o malversar cuando tengan, no solo mi número telefónico y mi nombre, sino toda mi información relacionada con hábitos de consumo, lugares para vacacionar, preferencias de vestir, etcétera, etcétera, etcétera.
Estoy aterrizando en la Ciudad de México. Acá mostraré mi pasaporte en migración. Me espera un agente y no una cámara. Tengo tiempo para descansar de este tema. ¿Por cuánto tiempo?