Cada acción que tomamos, cada producto que compramos, cada viaje que emprendemos y cada tecnología que desarrollamos tienen un impacto profundo en nuestro entorno. Todos los días pienso en ello.
En mi más reciente viaje a Brasil, ante el imponente ecosistema amazónico, el cual parece que como seres humanos seguimos empeñado en desvanecer poco a poco en una vorágine progresista irresponsable y negligente, me ilumina la posibilidad de aportar herramientas para detener esta degradación. Y es que, el reto ambiental que enfrentamos como sociedad, no es solo un desafío ético y cultural, sino que lo entiendo como un problema económico y tecnológico.
Por eso he puesto cada vez más atención en el concepto de economía circular, pues emerge como una propuesta no solo viable sino necesaria para mitigar los daños que hemos causado al planeta. Sin embargo, hacer de la economía circular una realidad requiere más que buenas intenciones: requiere un cambio radical en nuestra manera de pensar, actuar y, sobre todo, en la forma en que utilizamos la tecnología.
Del sueño imposible a la acción
Para que la economía circular no se convierta en una mera utopía, debemos enraizarla en una cultura de sostenibilidad y responsabilidad. Esta transformación cultural empieza por cuestionar el modelo económico tradicional de «tomar, hacer y desechar», la cual es innegable que está profundamente arraigado en nuestras prácticas cotidianas y modelos de negocio.
Ahora, debemos abrazar un modelo basado en reducir, reutilizar y reciclar, donde los residuos de un proceso se convierten en los recursos de otro. Este enfoque nos ayuda a preservar los recursos naturales, sino que también minimiza el impacto ambiental.
Además, la ética juega un papel crucial en la economía circular. No basta con reciclar o reutilizar si lo hacemos solo por el beneficio económico o para cumplir con las normativas. Las empresas y los individuos deberían estar genuinamente comprometidos con el bienestar del planeta y las generaciones futuras.
La ética nos obliga a hacer preguntas difíciles: ¿Es sostenible el material que usamos? ¿Cómo afecta nuestra producción a las comunidades locales y al medio ambiente? ¿Estamos contribuyendo a un modelo económico justo y equitativo?
El reto es tecnológico
Es aquí donde la tecnología de la información (TI) se convierte en una herramienta ineludible para hacer posible los modelos de economía circular. Las TI, especialmente ahora, al integrarla con analítica avanzada e inteligencia artificial, pueden proporcionar la visibilidad y el control necesarios para gestionar recursos de manera más eficiente y sostenible.
Las plataformas de gestión de recursos basadas en datos, por ejemplo, pueden ayudar a las empresas a optimizar el uso de materiales y reducir los desechos, ajustando la producción en tiempo real según la demanda.
Un ejemplo claro de tecnología aplicada a la economía circular es el uso de sistemas de gestión de residuos inteligentes. Empresas como Rubicon y Recycle Track Systems (RTS) utilizan la analítica de datos para optimizar rutas de recolección de basura y mejorar las tasas de reciclaje, reduciendo así el desperdicio y las emisiones de carbono asociadas con el transporte. Estos sistemas permiten a las ciudades y empresas tener una visión clara de sus flujos de residuos y tomar decisiones informadas sobre cómo gestionarlos mejor.
La inteligencia artificial (IA) también juega un papel crucial al permitir a las empresas analizar grandes cantidades de datos para predecir la demanda de productos y ajustar la producción en consecuencia, reduciendo así el exceso de inventario y los desechos asociados.
En el contexto de la fabricación, tecnologías como la impresión 3D y la manufactura aditiva permiten producir solo lo necesario, utilizando materiales reciclados siempre que sea posible. Esto no solo minimiza el desperdicio, sino que también promueve un ciclo de vida de producto más sostenible.
Ciclos de datos
En la economía circular, los datos son el corazón de la operación. Nos permiten monitorear el uso de recursos, rastrear la vida útil de los productos y predecir cuándo y cómo los materiales pueden ser recuperados y reutilizados. Sin esta visibilidad, la circularidad se convierte en una tarea casi imposible de gestionar a escala. Aquí es donde los especialistas en TI pueden hacer una gran diferencia. Al desarrollar e implementar sistemas que capturen y analicen datos de todas las etapas del ciclo de vida de un producto, pueden ayudar a las empresas a cerrar el círculo de la economía circular.
La analítica avanzada y la inteligencia artificial son esenciales en este proceso. Por ejemplo, los algoritmos de aprendizaje automático pueden identificar patrones de consumo y producción que permiten a las empresas optimizar sus operaciones, reducir el desperdicio y mejorar la eficiencia energética. Además, estas tecnologías pueden ayudar a las empresas a diseñar productos con el fin de reutilizar o reciclar componentes al final de su vida útil, asegurando que los materiales no se pierdan en el proceso.
El reto ambiental que enfrentamos es enorme, pero no insuperable. La tecnología, cuando se usa de manera ética y responsable, es un facilitador poderoso de este cambio.
Dejé atrás las Amazonas, pero me queda claro que nos queda un arduo trabajo al frente y, como tecnólogos, estamos obligados a ser parte de la solución para el proceso de creación de modelos sustentables. No hay duda, la tecnología hará girar la Economía Circular.
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