#ConVerso, #Rodrigo Mendoza

Ceguera de Taller bajo la óptica de la Arquitectura Empresarial 

En el día a día de las operaciones, es fácil caer en la trampa de la «ceguera de taller». En cuanto a sistemas, esto ocurre cuando los equipos internos de TI se vuelven incapaces de ver los problemas o vicios en sus propios desarrollos. ¿La razón? La naturaleza repetitiva y absorbente de sus tareas. 

A menudo, estos equipos son los mismos que han construido la infraestructura actual, añadiendo parches, ajustes y soluciones temporales a lo largo del tiempo. Como resultado, lo que comenzó como una simple red de sistemas puede convertirse en un gigante complejo, difícil de manejar y aún más complicado de optimizar.

Esto me hace pensar en mi afición por los deportes. Durante los entrenamientos, un atleta podría perfeccionar sus rutinas, pero sin darse cuenta, también puede incorporar errores de técnica. Con el tiempo, estos errores se vuelven automáticos y difíciles de corregir, afectando su desempeño general. Por eso, un coach es crucial. 

El entrenador no solo observa desde fuera con una perspectiva fresca, sino que también identifica y corrige esos errores antes de que se vuelvan un hábito perjudicial. Sin un coach, el atleta puede seguir creyendo que está haciendo todo bien, incluso si sus resultados empiezan a flaquear.

Algo similar ocurre en las áreas de sistemas de las empresas. Los equipos de TI, que han dedicado años a desarrollar y mejorar las aplicaciones y procesos, se acostumbran tanto a sus sistemas que pierden la perspectiva. Es fácil no notar los problemas porque han estado presentes desde el principio. Y al igual que el atleta, estos equipos pueden pensar que todo funciona correctamente, incluso si hay errores o ineficiencias que afectan el rendimiento general.

El peso de los sistemas creados con cariño

La ceguera de taller en TI tiene una causa común: muchos de estos sistemas fueron creados internamente y son un orgullo para los equipos que los desarrollaron. Al igual que un deportista que no quiere aceptar que su técnica necesita ajustes, los profesionales de TI pueden ser reacios a admitir que su infraestructura tiene fallas. Después de todo, han invertido tiempo, esfuerzo y conocimiento en construir estas soluciones, y muchas veces han sido elogiados por ellas. La idea de que estos sistemas puedan estar obsoletos o, peor aún, que se estén convirtiendo en una carga para la organización no es fácil de aceptar.

Por eso yo veo el outsourcing como un coach valioso para desarrollar una Arquitectura Empresarial (AE). Ésta se convierte en una perspectiva externa y objetiva, lo que ayuda a las organizaciones a ver más allá de sus rutinas y parches heredados. 

La AE no se enfoca solo en mejorar un sistema o una aplicación, sino que analiza la infraestructura completa de la empresa. Evalúa cómo todos los sistemas interactúan y si realmente apoyan los objetivos de negocio de la manera más eficiente posible.

Cuando se implementa una estrategia de AE, uno de los objetivos es erradicar esa ceguera de taller. Esto se logra analizando cada pieza del sistema y determinando si realmente sigue siendo útil o si necesita ser reemplazada o ajustada. Así como un coach identifica los errores de técnica en un atleta y propone soluciones para mejorar su desempeño, la AE hace lo mismo con los sistemas de la empresa, optimizando su rendimiento.

Un punto importante aquí es que la AE no menosprecia el trabajo que se ha hecho en el pasado. Al igual que un entrenador respeta el esfuerzo del atleta mientras trabaja para perfeccionarlo, la Arquitectura Empresarial reconoce los logros de los equipos de TI y los mantiene cuando así es conveniente. Sin embargo, también subraya la necesidad de una infraestructura que no solo funcione para resolver problemas puntuales, sino que esté diseñada para crecer y adaptarse a las necesidades futuras del negocio.

La resistencia al cambio es natural. Los equipos de TI pueden sentir que su trabajo está siendo desvalorizado cuando se implementan nuevas arquitecturas. Pero la realidad es que la AE no está ahí para criticar, sino para construir sobre lo que ya se ha hecho, haciendo ajustes que beneficiarán a toda la organización. La clave es entender que, aunque los sistemas heredados fueron la mejor solución en su momento, las necesidades de la empresa han evolucionado y es hora de optimizar.

Lecciones deportivas

Nuevamente, la AE es ese coach que ayuda a las empresas a corregir el rumbo y a eliminar hábitos o sistemas que, aunque fueron útiles en su momento, ya no son efectivos.

El viaje hacia una infraestructura de TI optimizada y ágil no es fácil, pero es esencial. Al igual que un deportista se esfuerza por mejorar, las empresas deben estar dispuestas a aceptar el cambio y a ver más allá de la ceguera de taller. Contar con un experto externo en AE proporciona esa visión clara, ayudando a las organizaciones a construir sistemas sólidos que no solo funcionan bien hoy, sino que están preparados para los retos del mañana.

Quisiera recalcar que la ceguera de taller en las áreas de sistemas no es un defecto del equipo de TI, sino una consecuencia natural de estar demasiado cerca del problema, por ello es vital entender que la mejora continua es necesaria y que una infraestructura bien diseñada puede marcar la diferencia en la competitividad de la empresa. Al final, la AE no es una crítica al pasado, sino un paso hacia un futuro más eficiente y alineado con los objetivos del negocio.

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